“Paintpainting”
Sergio Caballero is back. And he returns with an enthusiastic reunion with the pleasures of “paint-painting,” with its techniques, its media and its rhetoric as an exceptional means of artistic expression.
This return to the art world is very significant as although Caballero has constantly extended the scope of his visual creativity – with the corporate image of the Sónar festival, advertising, music for ballet and film, and with his film Finisterrae - it has been almost twenty years since he restricted himself to the classic exhibition format. His last exhibition took place in 1992, when he presented the now legendary "The noise of mankind is intolerable and and I am deprived of sleep because of its uproar. Sergio Caballero, famous throughout the entire world” exhibition in the Montcada hall of the La Caixa Foundation.
Sergio Caballero has always been an artist who uses his visual discourse to critically and aesthetically increase awareness of the present. And he does so cleverly, with an incorruptible daring and an obvious desire for renewal. His art is mixed and multifaceted, is nourished by a mixture of formats and contexts, and plays with sampling as a type of juxtaposition and association of pre-existing realities. This versatility is the trademark of both these productions and his attitude to life. That is why he does not hesitate to advertise his wine company in a video in which he and a partner appear buried up to the waist in the soil, with their head and arms exposed, like stumps that his dog is not sure how to deal with.
Animals are an essential part of Sergio Caballero's imagination and key features in his artistic vocabulary, whether they are painted, stuffed as sculptures, photographed or filmed. Dogs on wheels, pigs who are turned into make into viewers of mystic performances with the passing of the years, and now dressed-up monkeys and a horse called Napoleon who enjoys painting.
The works presented in this exhibition, “Abstraction in the stable,” are the result of an unusual artistic interaction, between the person and the animal, creating together. They are part of an incipient tradition in art history, which includes the snails of Brazil's Rivane Neuenschwander, which create imaginary maps by eating the tissue paper that makes up the medium, or the school of painting elephants in Thailand, trained by the Russian artists Komar and Melamid. Napoleon and Caballero have also shared the excitement of an experiment together, the magic of an experience undergone in synchronicity.
Sergio brings the idea, the basic medium and the materials – brushes, colours…. Napoleon is responsible for the automatic writing, the visceral strokes. The canvas that Caballero gives him has previously been printed with photos of the city of Porto by night taken from a hotel. On these, Caballero has added the photos of the dressed up monkeys that delight tourists on the streets of St. Petersburg. This area, coded iconically, will be modified and magnified by Napoleon's brushstrokes, which will be added as Caballero organises the ceremony to give the frame a few turns. The result is striking works, including a diptych in which the spectacular symmetry of the images stabds in contrast to the random shiny rhythms of the brushstrokes.
The entire project is the result of an ironic “détournement,” which gives new meanings to the chosen field of reference: that of paint-painting and specifically, the exaggerated individualism of American abstract expressionism. Here the canvas is not the virgin medium in which dripping or violent strokes are expanded as an ejaculation of the unconscious, and the rush is not a direct extension of the artist's tormented ego. But the formal result is practically comparable, especially in the more abstract canvases.
Caballero shows how the humanisation of the animal – by means of clothing, or art - runs parallel to the future - an animal that prefigured Deleuze and Guattari for human beings. And in witness of this energetic ritual of exchange, he brings us paintings that are a delight to the eye and to the intelligence.
Rosa Martínez
Barcelona, May 2011
lunes, 23 de mayo de 2011
lunes, 9 de mayo de 2011
"pinturapintura"
Sergio Caballero vuelve. Y lo hace a través de un reencuentro entusiasta con los placeres de la “pintura-pintura”, con sus técnicas, sus soportes y su retórica como medio privilegiado de expresión artística.
Este retorno al mundo del arte tiene una alta significación pues aunque Caballero no ha dejado de extender el campo de su creatividad visual –ya sea a la imagen corporativa del festival Sónar, a la publicidad, música para ballets o al cine, con su película Finisterrae…-, hace casi veinte años que no se ceñía al formato clásico de la exposición. Su última muestra tuvo lugar en 1992, cuando presentó la ya mítica “El clamor de la humanidad me oprime y por su tumulto me veo privado del sueño. Sergio Caballero, famoso en el mundo entero“ en la sala Montcada de la Fundación La Caixa.
Sergio Caballero ha sido siempre un artista que, a través de su discurso visual, ha ampliado crítica y estéticamente la conciencia del presente. Y lo ha hecho con sagacidad, con insobornable atrevimiento y con clara voluntad de renovación. Su arte es mixto y múltiple, se nutre de la mezcla de formatos y de contextos, y juega con el sampling como forma de yuxtaposición y asociación de realidades preexistentes. Esta versatilidad es la marca de fábrica tanto de sus producciones como de su posición vital. Por eso no duda en anunciar su firma de vinos mediante un video en el que él y su socio aparecen medio enterrados en la tierra, con la cabeza y los brazos al aire, cual cepas a las que su propio perro duda cómo tratar.
Los animales son parte esencial del imaginario de Sergio Caballero y elementos imprescindibles de su vocabulario artístico, ya sea pintados, disecados como esculturas, fotografiados o filmados. Perros con ruedas, cerdos cuyos anos se convierten en visores de performances místicas, y ahora monos vestidos y un caballo llamado Napoleón que disfruta con el ejercicio de la pintura.
Las obras que se presentan en esta exposición, “Abstracción en el establo”, son el fruto de una interaccción artística inusual, la de la persona y el animal creando juntos. Se inscriben en una incipiente tradición en la historia del arte, en la que se pueden incluir los caracoles de la brasileña Rivane Neuenschwander, que crean mapas imaginarios al comerse el papel de seda que configura el soporte, o la escuela de elefantes pintores de Tailandia, entrenados por los artistas rusos Komar y Melamid. Napoleón y Caballero han compartido también la excitación de un experimento conjunto, la magia de una experiencia sincrónicamente vivida.
Sergio aporta la idea, el soporte de base y los materiales –pinceles, colores…. Napoleón, la escritura automática, el trazo visceral. La tela que Caballero le ofrece ha sido previamente impresa con fotos nocturnas de la ciudad de Oporto tomadas desde un hotel. Sobre ellas, Caballero ha insertado las fotos de los monos vestidos que regocijan a los turistas en las calles de San Petersburgo. Esta superficie, icónicamente codificada, será modificada y magnificada por las pinceladas de Napoleón, que irán fijándose a medida que Caballero organice la ceremonia de darle algunos giros al bastidor. El resultado son obras impactantes, incluido un díptico donde la simetría especular de las imágenes contrasta con los ritmos aleatorios y brillantes de las pinceladas.
Todo el proyecto es el resultado de un irónico “détournement”, que confiere nuevos sentidos al campo de referencia escogido: el de la pintura-pintura y, en concreto, el del individualismo exacerbado del expresionismo abstracto estadounidense. Aquí la tela no es el soporte virgen donde el dripping o el trazo violento se expanden como una eyaculación del inconsciente, ni el pincel es la extensión directa del ego atormentado del artista. Pero el resultado formal es prácticamente equiparable, sobre todo en las telas más abstractas.
Caballero muestra cómo la humanización del animal –por el vestido, por el arte- corre pareja al devenir-animal que prefiguraron Deleuze y Guattari para los seres humanos. Y como testimonio de este energético ritual de intercambio nos ofrece unas pinturas que son un regocijo para la mirada y para la inteligencia.
Rosa Martínez
Barcelona, mayo 2011
Este retorno al mundo del arte tiene una alta significación pues aunque Caballero no ha dejado de extender el campo de su creatividad visual –ya sea a la imagen corporativa del festival Sónar, a la publicidad, música para ballets o al cine, con su película Finisterrae…-, hace casi veinte años que no se ceñía al formato clásico de la exposición. Su última muestra tuvo lugar en 1992, cuando presentó la ya mítica “El clamor de la humanidad me oprime y por su tumulto me veo privado del sueño. Sergio Caballero, famoso en el mundo entero“ en la sala Montcada de la Fundación La Caixa.
Sergio Caballero ha sido siempre un artista que, a través de su discurso visual, ha ampliado crítica y estéticamente la conciencia del presente. Y lo ha hecho con sagacidad, con insobornable atrevimiento y con clara voluntad de renovación. Su arte es mixto y múltiple, se nutre de la mezcla de formatos y de contextos, y juega con el sampling como forma de yuxtaposición y asociación de realidades preexistentes. Esta versatilidad es la marca de fábrica tanto de sus producciones como de su posición vital. Por eso no duda en anunciar su firma de vinos mediante un video en el que él y su socio aparecen medio enterrados en la tierra, con la cabeza y los brazos al aire, cual cepas a las que su propio perro duda cómo tratar.
Los animales son parte esencial del imaginario de Sergio Caballero y elementos imprescindibles de su vocabulario artístico, ya sea pintados, disecados como esculturas, fotografiados o filmados. Perros con ruedas, cerdos cuyos anos se convierten en visores de performances místicas, y ahora monos vestidos y un caballo llamado Napoleón que disfruta con el ejercicio de la pintura.
Las obras que se presentan en esta exposición, “Abstracción en el establo”, son el fruto de una interaccción artística inusual, la de la persona y el animal creando juntos. Se inscriben en una incipiente tradición en la historia del arte, en la que se pueden incluir los caracoles de la brasileña Rivane Neuenschwander, que crean mapas imaginarios al comerse el papel de seda que configura el soporte, o la escuela de elefantes pintores de Tailandia, entrenados por los artistas rusos Komar y Melamid. Napoleón y Caballero han compartido también la excitación de un experimento conjunto, la magia de una experiencia sincrónicamente vivida.
Sergio aporta la idea, el soporte de base y los materiales –pinceles, colores…. Napoleón, la escritura automática, el trazo visceral. La tela que Caballero le ofrece ha sido previamente impresa con fotos nocturnas de la ciudad de Oporto tomadas desde un hotel. Sobre ellas, Caballero ha insertado las fotos de los monos vestidos que regocijan a los turistas en las calles de San Petersburgo. Esta superficie, icónicamente codificada, será modificada y magnificada por las pinceladas de Napoleón, que irán fijándose a medida que Caballero organice la ceremonia de darle algunos giros al bastidor. El resultado son obras impactantes, incluido un díptico donde la simetría especular de las imágenes contrasta con los ritmos aleatorios y brillantes de las pinceladas.
Todo el proyecto es el resultado de un irónico “détournement”, que confiere nuevos sentidos al campo de referencia escogido: el de la pintura-pintura y, en concreto, el del individualismo exacerbado del expresionismo abstracto estadounidense. Aquí la tela no es el soporte virgen donde el dripping o el trazo violento se expanden como una eyaculación del inconsciente, ni el pincel es la extensión directa del ego atormentado del artista. Pero el resultado formal es prácticamente equiparable, sobre todo en las telas más abstractas.
Caballero muestra cómo la humanización del animal –por el vestido, por el arte- corre pareja al devenir-animal que prefiguraron Deleuze y Guattari para los seres humanos. Y como testimonio de este energético ritual de intercambio nos ofrece unas pinturas que son un regocijo para la mirada y para la inteligencia.
Rosa Martínez
Barcelona, mayo 2011
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